Después de cierto tiempo de ausencia, he regresado para contarles dos cositas:
La primera está a tu lado derecho, si bajas la barrita.
La segunda es una reflexión.
En estos días he presenciado casos similares cuyos resultados no eran gratos ni para el emisor, ni para el receptor. Hablo de las palabras, aquellas que forman parte de un gesto, un hecho o un mensaje que se quiera transmitir.
Cuando hacemos un inapropiado conjunto de las palabras que queremos expresar sin la intención de agredir, quien lo transmite y desafortunadamente afecta de manera negativa a otra persona, le es inesperado recibir un disgusto de parte de esa persona. Desde ese momento, me encontré en shock, sin saber qué hacer ni responder, sintiéndome responsable de las reacciones ajenas y como un golpe al pecho llegó generando un propio dolor por el error cometido.
Desconcertada del porqué de todo lo sucedido y buscando la respuesta más certera y adecuada para sacarme de cada duda, así estaba. Me preguntaba qué hice mal, qué debo prevenir cuando me dirijo a alguien, ¿por qué se enojó?, ¿por qué le decepcioné?, ¿por qué?
Me hacía mucha falta ponerme en el lugar de las personas a quienes afecté, por primera vez sentí que ser empática en una situación como esta no era fácil para mi. Principalmente porque consideré mis actos como inofensivos, sin fines de dejar de mal humor al otro, solo llevar una charla totalmente normal, por eso era poco aceptable para mi que uno se pueda molestar si no es capaz de entender por qué dije eso.
Ahora, como he dicho que era difícil adentrarme en el pensamiento de quienes afecté, trataré de hacerlo. Tal vez dependiendo del carácter y la dignidad que posea uno determinará si reaccionará bien o mal. No todos somos iguales por lo tanto las opiniones no lo son tampoco. Pero yo aún, me siento mal por perjudicarlos. Intentaré ser precavida la próxima vez.